Frenética y contradictoria como lo son las grandes metrópolis, Milán a primera vista parece interesarse solamente en el trabajo. Sus magníficos tesoros de arte se encuentran escondidos por anónimos edificios de oficinas y los restos de su pasado han sido casi desplazados por las tiendas de moda y de design gracias a las cuales la ciudad se ha convertido en meta de shopping internacional. Por sus continuos cambios Milán fascina y asusta, captura la atención y rechaza a aquellas personas con sentimientos demasiado posesivos. Por esta razón la diáspora de aquellos que eligen vivir en los barrios residenciales más silenciosos, fuera de los confines de la ciudad, es igualmente numerosa a la de aquellos que eligen desafiarse cotidianamente.
Actualmente Milán pertenece al elevado número de estudiantes universitarios y a los creadores que inventan nuevos trabajos de la nada; así como a aquellos que viven en las casas patricias circundadas por altos muros, a la multitud que sale por las calles y los que se evaden de ella durante los fines de semana; vive de grandes bancos y de pequeñas tiendas que curiosas miran a los Navigli, donde la ciudad deja entrever las trazas de los barrios populares de los artesanos, o en el barrio de Brera.
Milán es de todos siempre que se logre seguir su ritmo loco, a veces implacable pero extraordinariamente vivaz. El centro natural de la ciudad es la Plaza del Duomo, con el palacio real realizado por los Piermarini, el gran salón del ochocientos de la Galería Vittorio Emanuele II y la imponente mole del Duomo sobre cuya aguja más alta se encuentra la Madonnina dorada. Fue Gian Galeazzo Visconti quien comenzó su construcción en 1386, en la que participaron muchos arquitectos, y que es el mejor ejemplo de arquitectura gótica italiana. Desde la Plaza se puede partir para descubrir la ciudad en cinco direcciones. A pocos metros del Duomo, hacia el noroeste, surge el Palacio della Ragione de Plaza Mercanti del 1200; siguiendo por la calle Dante (del 1800), actualmente peatonal, se llega al Foro Bonaparte sobre el cual asoma el majestuoso Castillo Sforzesco; o, siguiendo Corso Magenta, se puede llegar a Sant'Ambrogio, que comprende la espléndida iglesia románica y los claustros de la Universidad Católica, y la iglesia de Santa María delle Grazie (del Renacimiento) proyectada parcialmente por Bramante, en cuyo refectorio se encuentra la celebérrima Última Cena de Leonardo Da Vinci.
En el extremo opuesto de la Galería Vittorio Emanuele se encuentra la Plaza de la Scala, sobre la cual se asoman el Teatro alla Scala, inaugurado en 1778 y palazzo Marino del 1500 donde actualmente se encuentra el ayuntamiento.
Desde aquí uno se acerca por un lado a Brera, el barrio de los artistas, y por el otro al "cuadrilátero de la moda", delimitado por via Manzoni, via della Spiga, via Sant'Andrea y via Monte Napoleone, lugares amados por Stendhal gracias a los encantadores jardines escondidos en el interior de austeros edificios .
Hacia el este se recorre corso Vittorio Emanuele, reconstruido después de la guerra con el gusto típico de los años 50. Esta calle está animada a cualquier hora del día y termina en Plaza San Babila, verdadero centro de la ciudad para los milaneses, con su iglesia de formas románicas. Siguiendo por corso Venezia, en la que se encuentran numerosas casas nobiliarias, se bordean los Jardines públicos diseñados en parte por Piermarini en 1784; la villa Reale adyacente es un edificio neoclásico de Pollack y alberga la Galería de Arte Moderno; al lado se encuentra el Pabellón de Arte Contemporáneo realizado por Gardella en 1953 para las exposiciones temporarias.
Hacia el sudeste se llega a la Universidad Estatal, ex Hospital Mayor fundado por Francesco Sforza y Bianca Maria Visconti en 1456 y, en corso di Porta Romana, a la basílica paleocristiana de San Nazaro; no muy lejos se encuentra la torre Velasca, un rascacielos construido a fines de los años 50.
Hacia el sudoeste, en via Torino surge una verdadera joya, la iglesia de Santa María presso San Satiro, con un falso presbiterio y la sacristía de Bramante; siguiendo por el Carrobbio se llega a corso di Porta Ticinese que lleva a la basílica de San Lorenzo con sus sugestivas columnas romanas y a la de Sant'Eustorgio con la Capilla Portinari. Es interesante además visitar el Museo de la Ciencia y de la Técnica, que alberga proyectos y dibujos de Leonardo, la Pinacoteca de Brera, exposición de excelente nivel artístico; el Museo Poldi Pezzoli en via Manzoni, una de las colecciones de arte más prestigiosas del mundo y la casa-museo Bagatti-Valsecchi en via Santo Spirito.
Fuente: Turismo Regione Lombardia.
Fuente: Turismo Regione Lombardia.